Esta mañana he ido a dejar a mi Lola en la guardería, como cada día, buscando maletines olvidados por la calle repletos de euros procedentes del blanqueo de capitales o de la financiación ilegal de los de las gaviotas, a ver si salgo de pobre y no tengo que entregar a los brazos de la monjacuervo a mi retoño sin cristianizar (aún y por muchos años).
Cuando hacíamos el trasvase de manos, me suelta la monja:
- Hay que pagar esta semana 30 euros.
- 30 euros?, pregunto yo, porqué?
Si me dice que porque se lo ha pedido dios, la arreo.
- Por los libros... dice suavemente mientras desvía la mirada hacia otros niños.
- Oiga, cómo que "por los libros"? ¿qué libros?, si mi hija tiene 16 meses¡¡ no sabe leer¡¡
Aquí la monja pone el modo on "que soy india y no me entero" y repite con su voz suave:
- Pues por las fichas, los libros y las fichas que usan...
Miren ustedes, he decidido no seguir indagando. Acepto el pago, qué le vamos a hacer. Cuando una tiene un bebé que en cuanto te das la vuelta se come una caja de tornillos (y los tritura concienzudamente y pide "mah, mamá"), hay cosas es que mejor no preguntar o te enfrentas a la respuesta que seguramente merezco, que debía ser algo como:
- Pues porque su hija se ha comido todos los libros de preescolar de esta planta y de la de abajo, los cuentos de disney (aquí hay que aplaudirla el buen gusto) y no ha dejado Pocoyo con cabeza. Su hija, señora, es una cabra montesa.
Prefiero pensar que esta es la verdadera razón y no que el afán recaudatorio del clero les lleva a estos extremos, porque mañana me veo pagando los condones en concepto de óbolo navideño. Ah, no que éstas no gastan.. pues las hostias.
Aunque esas se las daba yo gratis.