miércoles, 17 de marzo de 2010

de Cocina

Una de las consecuencias de haber sido madre es que me ha dado por cocinar. A ver, siempre me ha gustado la cocina pero en casos de pereza (y soy muy dada a ella) no me ha dolido tirar de congelado o precocinado. Hasta que parí.

Me he vuelto loca y ahora lo hago todo yo menos el pan, las galletas fontaneda y el tomate frito. Y el pan, amigos, es cuestión de tiempo porque le pienso levantar a mi hermana un robot de esos que también funge de panificadora y voy a hacer unos panes de esos rebozados de semillas de amapola que mi Lola se va a pillar unos colocones del tres con los curruscos.

Y ustedes dirán, mira la Tribeca, qué apañada, como si no fuera bastante trabajo tener un hijo. Pues asómbrense, queridos pececillos, que aún hay más. Porque no sólo lo hacemos todo en casa, sino que encima, comemos SANO. Toma castaña¡¡.

Esto quiere decir que en nuestra casa no se toma leche de vaca, cuya moléculas como puños no traspasan las paredes del intestino y te ponen mal mal.. o algo así pero algo malo, fijo. La harina, integral; la pasta, integral (la de comer, la otra como sea está bien);  la leche, de soja; el azúcar, morena eco; alimentos crudos a tutiplén, ensalada y fruta a diario sin excusas, legumbres cocinadas con algas y sin grasas animales (muerte al tocino, morcilla y chorizo), apenas comemos fritos y hay semanas que parecemos veganos.

El repartidor, que va un paso más allá, se desayuna un cocimiento de quinoa o amaranto con algas al que a veces, adereza con zumo de naranja y frutas. A esto le añade unas nueces y un vasito de agua templada con polen y limón, un platanito y si le queda hueco, unos trocitos de pan integral multicereales.

Tenemos unos veinte tipos de tés distintos y otro tanto de infusiones para unas doscientas dolencias hipotéticas que, seguro, nunca nos van a atacar porque estamos rebosantes de salud, hay que jorobarse.

En el botiquín hay tiritas y mercromina nada más.Y están a punto de caducarse. En el herbolario nos conocen hasta lo que pagamos de hipoteca. Y mi pelo brilla como en un comercial de champú.

Ahora ando recopilando recetas de alguna crema de marisco sencilla y sin nata, refrescando mi viejísima receta de vichissoise (sin nata) y proximamente -esta noche misma- voy a experimentar con una sopita japonesa con su tofu, su caldo de miso, sus broticos de soja, todo muy rico, que pondría el nombre pero lo he perdido. Jo, con lo bien que queda. Venga, me lo invento. Joku do Nimeri.
¿Qué tal?, me siento como un sensei.

Ahora, desde aquí les digo que tampoco está bien ser talibán de nada y que tanta salud puede perjudicar también así que, de vez en cuando, me meto entre pecho y espalda una buena ración de colesterol en forma de huevos fritos, cocido completo o generosa ración de tarta de chocolate de la tienda fifties de malasaña.

Pero no se lo digan a nadie...