sábado, 22 de septiembre de 2007

Siete años de amor


Dice Punset que los humanos estamos diseñados biológicamente para que el amor dure entre siete y nueve años, que es el período de tiempo necesario para sacar adelante a un niño y garantizar (dentro de un margen lógico) su supervivencia.

Estoy de acuerdo con el amable de Punset. A fin de cuentas, somos animales y el instinto de supervivencia forma parte de nuestra naturaleza, como el de reproducción y otros. Distinto es que los desarrollemos, para eso está nuestra voluntad, la cultura, el medio que nos rodea, y mil factores que nos influyen y alteran. Así que el amor no es más que un ardid de la madre naturaleza para asegurarse la implicación de los miembros necesarios en la procreación (inseminaciones artificiales aparte) con el objetivo de perpetuar la especie. Qué chasco, ¿eh?. Y todos creyendo que era algo sublime, tan humano, tan elevado y tan digno de poemitas y pelis ñoñas.

Pues que sepais que cuando enviamos un sms diciendo al otro "te amo, vida mía" no estamos siendo muy distintos del águila culebrera, salvo que el águila no paga facturas de móvil. ¿Quién es más listo ahora?. Somos una panda de pringados, chicos, de veras. El águila, la cigüeña, el oso pardo, no se comen la cabeza pensando si el otro va a llamar o no. Yo no he visto nunca a un delfín preocupado porque la delfina coquetee con otros. Los buhos no valoran la virginidad. Y a las tortugas les vale un pito cuántas parejas sexuales tenga su tortugo.

Aquí, en el planeta tierra, los únicos gilipollas que sufrimos por amor somos nosotros. Y es que si no tuviéramos tanto tiempo libre para pensar, estaríamos mejor. Pero en lugar de estar corriendo detrás de un búfalo, que cansa muchísimo, nos sentamos a escribir cursiladas. En vez de construir nidos ramita a ramita, venga vuelo pa´cá, vuelo pa´llá, nos ponemos a llorar, mirando la luna, pensando en qué estará ocupado nuestro objeto amoroso, ay, suspirando. ¿Me querrá? es una pregunta que seguro no se hacen los monos, porque si su pareja deja de serles útil (he dicho ÚTIL, de eso se trata al final) sin dramas, la cambian por otra que les traiga mejor fruta. Y aquí paz y después gloria, sin antidepresivos ni terapias.

Visto así, no se qué tipo de ventajas tenemos sobre los animales. Somos esclavos de nuestra naturaleza y los seres humanos, me temo, estamos condenados a combinar con mejor o peor fortuna nuestros instintos con toda esa batería de artificios con la que nos hemos ido adornando (y cargando como losas) a lo largo de la "evolución", léase las religiones, las artes, las diferentes culturas, ideologías, corrientes filosóficas, etc.

Y aunque un pato, por ejemplo, no puede (ni quiere, probablemente) interpretar a Mozart, tampoco se enfrenta a los celos, al desamor, a la rutina o al divorcio. ¿Qué es mejor entonces, ser un pato tranquilón y amusical, o ser un humano sensible al arte y doliente potencial?. Pues ni idea. Pero lo que sí se es que no deberíamos olvidar nuestra parte animal y recordar, cuando tras siete años de feliz emparejamiento llegue la crisis, que quizás ha llegado el momento de buscar otra bestia más fuerte y más peluda que nos traiga fruta fresca y también, ¿porqué no?, nos escriba poemas.

Foto de Pierre et Gilles.