domingo, 11 de noviembre de 2007

Lo traemos calentito







Pues sí, señores, sí... hace tan solo unos días les hablaba de mi hermosa comunidad y esta noche me han sorprendido más aún si cabe (aunque no han sido mis pobres vecinos), que contemplaban, alucinados, como yo, el reguero de destrucción que han dejado en mi, ya de por sí, jodida calle, los manifestantes...

Ya sabrán, amables lectores, que esta mañana nos hemos desayunado en Madrid con el terrible asesinato por arma blanca de un antifascista a manos de un skinhead. Resulta que un sector bastante imbécil de la derecha había convocado esta mañana una manifestación (autorizada, eso sí) antiracista y antiinmigración. Qué majetes. Y no se les ocurre otra cosa que irse a vociferar a Usera, barrio obrero y de izquierdas. Hay que ser muy pendejo. Pero lo son, lo son. Y se ha liado, cómo no. En el metro. Un muerto, dos heridos graves, seis menos graves. Un muerto, joder. El skin ha sacado el cuchillo de monte y ha atacado al que se le ha puesto por delante.

No tengo palabras. Aunque me temo que vamos a tener que tenerlas, porque esto no va a quedar aquí, mucho me temo. La reacción no se ha hecho esperar y los antifascistas han convocado una manifestación esta tarde en varias ciudades españolas. Y, qué quieren qué les diga, yo no se quiénes han sido. Yo estaba en mi casa, a eso de las 7 y media, y he escuchado mucho jaleo abajo. Cuando digo mucho, es mucho, tratándose de mi calle. Gritos, carreras. Muchos gritos, botellas rompiéndose, contenedores golpeando el suelo. Me he asomado corriendo. Y allí estaban, un montón de jóvenes, casi adolescentes a la carrera. Las caras tapadas. Gorros de lana. Pañuelos palestinos. Mucho chándal y zapatillas. Chillando y corriendo. Tirando todo a su paso, como horda de Atila. Botando la basura al piso y pateando los coches aparcados. He entrado a buscar la cámara, como reflejo. He vuelto a salir y el contenedor de papel de la esquina empezaba a arder como tea. En el extremo de la calle algunos de los muchachos se detenían a observar el fuego unos segundos hasta que las sirenas de la policía les han hecho huir.

La policía no ha tratado de seguirles, se limitaron a acordonar la zona y a contemplar el fuego, ante los gritos de algunos vecinos reclamando la presencia de los bomberos. El fuego se ha elevado varios metros y una enorme columna de humo negro ha tapado totalmente el edificio junto al contenedor. Montones de papelitos quemados han comenzado a volar por toda la calle, como una lluvia de ceniza siniestra. Un anciano enojadísimo se ha puesto a gritar a un robocop: ¿porqué no hacen nada? ¿y los bomberos? ¡que vengan los bomberos¡¡. La policía, impasible, se preocupaba nada más de evitar que nadie entrase en la zona, con excepción hecha de algunos cámaras.

Las putas, los chulos, los yonquis, los del convento, vecinos, en fin, tosiendo y mirando, y preguntándose dónde están los bomberos. El helicóptero de la policía sobrevolando la calle una y otra vez. Que sí, chingados, que está ardiendo el pinche contenedor. Sacudiéndose de los hombros la ceniza, los curiosos tomaban fotos y vídeos con el móvil. ¿Y los bomberos?...

Pues cuando el fuego prácticamente ha consumido el contenedor, cuando de los fácil siete metros de altura que ha alcanzado el fuego, descendió a los 40 centímetros, cuando ya no hacía falta, cuando hasta reconfortaba el pinche fuego a los homeless, entonces, y solo entonces, han aparecido los apagafuegos de la verga. Con sus sirenas a todo dar y su camioncito rojo tan lindo y brillante. Han sacado el extintor de la barbi y fusssss... se apagó. Pos sí. Así yo también soy bombero.

En fin, les dejo unas fotillos de las que lamento la mala calidad.

Ya no tengo que encender la calefacción hoy...