Me llama María en la mañana bastante agitada, hipando y con voz temblorosa:
- La Lola se me ha caído...
Una ola de calor me ha incendiado la cara, las manos, todo el cuerpo. He brincado del asiento y me he tensado como un arco:
- ¡¡¡¿¿¿QUÉ HA PASADO??¡¡¡, ¿¿LOLA ESTÁ BIEN??
En un segundo:
- he querido matarla.
- me he arrepentido hasta el infinito de dejar a mi hija en manos de nadie que no sea yo.
- he odiado ser pobre y tener que trabajar para vivir y no poderme ocupar de mi hija personalmente
- he visto una colección de accidentes a cual más horripilante con mi hija cayendo por distintos sitios (barrancos, montañas, glaciares, balcones...)
- he respirado hondo y he decidido calmarme antes de empezar a gritar improperios sin saber el alcance del accidente.
TIC TAC TIC TAC
- Lola está jugando ahora mismo, está bien, sí -mumura María entre hipidos- pero se me ha caído y se ha hecho un chichón en la frente. Estábamos jugando en el suelo y la tenía sujeta y no sé cómo se ha lanzado al suelo y... te juro que yo la cuido como un tesoro, nunca me ha pasado nada parecido, yo...
- ¿Ha perdido el conocimiento? ¿está aturdida, somnolienta?
- No, está jugando, tan tranquila.
- Vístela y tráemela, por favor.
Cuando aparecieron por la ofi, maría estaba pálida y descompuesta y Lola riéndose a carcajadas, con un soberano chichón en la frente que mañana lucirá morado nazareno.
Tuve que consolar a María porque a Lola no hace falta: mi hija es de hierro forjado.
Eso sí, ya probó la tarima y de momento, le va ganando.
En bragas y camiseta
-
Lo de tener una hija que va al instituto está siendo todo un viaje lleno de
descubrimientos.
El mayor y principal de todos es que de pronto Todo Es Cul...
Hace 1 día
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